Esperaba
más de la novillada de Nazario Ibañez, una ganadería que entró este año por
méritos propios en la feria de San Isidro tras lidiar buenos encierros en los
últimos años fuera de la feria.
Fue
una novillada excelentemente presentada y con opciones de cortar alguna oreja.
Me quedo con la clase y boyantía del cuarto, el mejor y más completo del
encierro, que fue totalmente desaprovechado por un perdido y mentirosillo Álvaro
Sanlúcar, que anduvo más pendiente de no mancharse el traje y posturear que de
cuajar a un verdadero bombón.
Y es
que no sé qué narices quieren que les salga para triunfar en una plaza como
Madrid.
Ni
ambición de novillero, ni fallos típicos de su juventud, ni afán por cuajar al
novillo… todo empañado por una técnica ventajista y instrumentada en el
“pegapase” que deben enseñar en las escuelas taurinas, sino no lo entiendo.
Se
dedicó toda la faena a tirar desde el fuera de cacho en línea del toro,
cargando con el pico y vaciando las embestidas siempre hacia fuera, buscando el
alivio y no el ajuste necesario para llegar a los tendidos. Un auténtico
desastre. Ya son dos las oportunidades que ha tenido en apenas un mes y
sintiéndolo mucho para mí sería la última en un largo tiempo.
Con su
primero no pasó de voluntarioso tras pasaportar al inválido.
Gonzalo
Caballero sorteó otro ejemplar de lio, el segundo de la tarde. Mucho más
complicado que ese cuarto, pero con la virtud de la transmisión. El animal iba
con todo a los cites y acudía entregado cuando verdaderamente se le llevaba
podido. Ese fue el fallo fundamental del madrileño, que acompañó más que toreó.
Acelerado en los derechazos y sin ajuste con la zocata. Es cierto que no tomó
ventajas de ningún tipo, que se quiso colocar centrado con el cornúpeta y que
se ciñó muchísimo algunos muletazos, pero le faltó consistencia y mando a la
faena. Tras ajustadas bernadinas quiso sorprender con la tizona matando tras el
pase de pecho, como hiciera Juan Mora en ese otoño de un par de años. No le
salió y perdió lo que quizá pudo ser una oreja. Se la hubieran pedido aunque no
fuera correcta.
Con el
quinto estuvo más tranquilo y asentado, buscando el pitón contrario de un
animal manso, reservón y avispado. Cerrado en terrenos del 7, metiéndose en los
terrenos del toro y atacando como buen novillero. Llegó lo que hizo al animal,
que tuvo sus complicaciones, y volvió a fallar estrepitosamente con los aceros.
Preocupa
no ver oficio a este novillero que lleva ya varios años arriba del escalafón. LE
sigo viendo todavía crudo, verde, con poca cabeza…
Cesar
Valencia estuvo perdido toda la tarde. Se le fue otro toro de premio, ese
“Pocaplanta” (que grandes novillos con ese nombre hemos visto en esta plaza),
manso y embestidor en la muleta dubitativa y baja de Cesar. No anduvo colocado
ni acertó en los terrenos, le molestó el viento y pareció venirle grande las
fuertes embestidas de un animal que no paró de moverse. Me hubiera gustado ver
en otras manos a este novillo, al que apenas se le obligó.
Con el
sexto no pasó de valiente. Fue un animal que se rajó ya con el capote y que
buscó siempre su propia defensa, aculandose en tablas en el tercio de
banderillas, donde José Otero lo intentó al sesgo y con gañafones y coladas en
la muleta.
Por
Borja González @castaybravura
Ficha:
Madrid,
20 de mayo de 2013
Novillos
de Nazario Ibáñez, bien presentados. Desclasado y protestón el manso primero;
con movilidad y transmisión el segundo; de movilidad sin clase y reponedor el
tercero; con cierta calidad y movilidad acusada el cuarto; con emoción y a
menos el quinto; malo, manso y reponedor el sexto.
Álvaro
Sanlúcar (purísima y oro): silencio y silencio.
Gonzalo
Caballero (celeste y oro): ovación y ovación.
César
Valencia (lila y azabache): silencio y silencio.
Se
desmonteró José Otero tras banderillear al sesgo al sexto.
Dos
tercios de entrada en tarde lluviosa.
Y esta
tarde: Toros de Pedraza de Yeltes para: Uceda Leal, Eduardo Gallo y David Mora
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