Hoy en
el 102 aniversario de su nacimiento, este rincón taurino quiere acordarse de un
taurino. Autor de la enciclopedia de Los Toros, “El Cossio”. Que se pateo
España buscando información por los archivos municipales de pueblos y ciudades
de toreros antiguos y viejas corridas de toros. Y que sin pensarlo engrandeció
la cultura Taurina, en unas cuartillas con poemas, que mandaba a su jefe José
María de Cossío.
Escribió
las biografías de Lagartijo, Ulloa, El Espartero y Antonio Reverte.
No podía
ser otro que Miguel Hernández, que ya antes de trabajar para “El Cossio”, ya
eligió al toro como parte fundamental de sus composiciones liricas.
En los
poemas de Miguel vemos como glorifica y honra al torero, y al toro, siendo este
último el que se lleva el simbolismo con el orgullo del pueblo español.
Miguel,
el poeta torero, el que escribió con nobleza y valor, y murió en el chiquero de la dictadura.
Alza,
toro de España: levántate, despierta.
Despiértate
del todo, toro de negra espuma,
que
respiras la luz y rezumas la sombra,
y
concentras los mares bajo tu piel cerrada.
Despiértate.
Despiértate
del todo, que te veo dormido,
un
pedazo del pecho y otro de la cabeza:
que
aún no te has despertado como despierta un toro
cuando
se le acomete con traiciones lobunas.
Levántate.
Resopla
tu poder, despliega tu esqueleto,
enarbola
tu frente con las rotundas hachas,
con
las dos herramientas de asustar a los astros,
de
amenazar al cielo con astas de tragedia.
Esgrímete.
Toro
en la primavera más toro que otras veces,
en
España más toro, toro, que en otras partes.
Más
cálido que nunca, más volcánico, toro,
que
irradias, que iluminas al fuego, yérguete.
Desencadénate.
Desencadena
el raudo corazón que te orienta
por
las plazas de España, sobre su astral arena.
A
desollarte vivo vienen lobos y águilas
que
han envidiado siempre tu hermosura de pueblo.
Yérguete.
No te
van a castrar: no dejarás que llegue
hasta
tus atributos de varón abundante
esa
mano felina que pretende arrancártelos
de
cuajo, impunemente: pataléalos, toro.
Víbrate.
No te
van a absorber la sangre de riqueza,
no te
arrebatarán los ojos minerales.
La
piel donde recoge resplandor el lucero
no
arrancarán del toro de torrencial mercurio.
Revuélvete.
Es
como si quisieran arrancar la piel al sol,
al
torrente la espuma con uña y picotazo.
No te
van a castrar, poder tan masculino
que
fecundas la piedra; no te van a castrar.
Truénate.
No
retrocede el toro: no da un paso hacia atrás
si no
es para escarbar sangre y furia en la arena,
unir
todas sus fuerzas, y desde las pezuñas
abalanzarse
luego con decisión de rayo.
Abalánzate.
Gran
toro que en el bronce y en la piedra has mamado,
y en
el granito fiero paciste la fiereza:
revuélvete
en el alma de todos los que han visto
la luz
primera en esta península ultrajada.
Revuélvete.
Partido
en dos pedazos, este toro de siglos,
este
toro que dentro de nosotros habita:
partido
en dos mitades, con una mataría
y con
la otra mitad moriría luchando.
Atorbellínate.
De la
airada cabeza que fortalece el mundo,
del
cuello como un bloque de titanes en marcha,
brotará
la victoria como un ancho bramido
que
hará sangrar al mármol y sonar a la arena.
Sálvate.
Despierta,
toro: esgrime, desencadena, víbrate.
Levanta,
toro: truena, toro, abalánzate.
Atorbellínate,
toro: revuélvete.
Sálvate,
denso toro de emoción y de España.
Sálvate.
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