Bajaron las musas al ruedo de Vistalegre. Hoy tenía que ser el día. En el segundo medio se esbozó lo que aún estaba por llegar. Y esta vez no fue por su dominio del capote, sino en la muleta, su muleta.
Hasta el último tercio, el quinto de la tarde no había sido claro, parecía que iba a ser como sus hermanos, un anodino y desrazado animal, pero algo debió ver Morante para que aquello se pusiera boca abajo. Comenzó con unos personalísimos ayudados por alto con los que llevó al cuvillo poco a poco a los medios. Kikirikis, cambios de mano, desprecios y pases de pecho poblaron una faena que mantuvo en pie a todos e hizo a más de uno partirse la camisa.
El toro seguía los vuelos de la muleta hasta el final por lo que permitía enroscársele en la cintura cuando remataba por detrás de la cadera. Sublime. Y cada derechazo era un sueño, un olé que se enlazaba con el siguiente. Para el recuerdo quedará un kikirikí con la derecha con el que cambió de mano y permitió comenzar a torear al natural. Algo indescriptible que ahí quedó para los anales de la historia.
Para concluir unos ayudados pero esta vez por bajo, con los que cruzó la plaza de un extremo a otro pasando por el centro, lo llevó al tercio donde pincho a la primera y luego dejo una entera. El público estaba alborotado, toreando, soñando una faena que no olvidarán nunca. Morante no toreó, acarició al toro con la muleta. Fueron dos, pero qué más da. Podía haber sido un rabo, o una pata, es algo tan superficial…
Uno de sus referentes, Pepín Martín Vázquez falleció esta mañana. Un histórico que tanto inspiró al de la puebla ya no está. Un grande del toreo al que dedicó las dos orejas cuando acabo de dar la vuelta al ruedo. De sevillano a sevillano. Va por ti, le dijo cuando miró al cielo opaco de Vistalegre.
Después de sortear un cuarto feo, chico e inválido, Juan Mora pidió el sobrero. Quería resarcirse del que le dejó casi inédito. En su primero apuntó buenas maneras y recogió una fortísima ovación. En el de regalo puso todo lo que tenía, que era su cuerpo ante un desrazado que no quería embestir. Se pudo entre los pitones y aguantó carros y carretas pero con un firme toque le hacía pasar por donde él quería. Faena de mucho mérito y valor. El público está con Juan Mora, él lo sabe y lo da todo. Cada día intenta demostrarlo con muchos detalles toreros, de esos que ya no se ven en los ruedos y son de agradecer. Cuando Mora está en el ruedo hay que fijarse en cada movimiento, siempre nos sorprenderá.
El Cid sorteó el mejor y el peor de la tarde. Sexto y tercero respectivamente. En el malo tuvo que abreviar porque la gente no quería que estuviera delante de un inválido que solo quería echarse. El bueno fue premiado con la vuelta al ruedo, a lo mejor excesiva, pero embistió todo lo que le dejaron y más. Se arrancó de punta a punta de la plaza en cada inicio de tanda. Una delicia.
La corrida de Cuvillo fue muy por debajo de lo esperado, feos, chicos y desrazados. Si no llega a ser por el gran sexto y el noble quinto, hubiera sido un auténtico petardo. Tercero y cuarto, inválidos.
Informa para TodoToros Marcos Sanchidrián
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