Aplaudo
la decisión de Álvaro Núñez Benjumea de dejar de enfundar los pitones de los
toros de su ganadería Núñez del Cuvillo.
Con
tanto manejo, entradas y salidas de muecos se está convirtiendo al toro de
lidia en doméstico. Si ya de por si es irremediable que por asuntos sanitarios
el toro deba quedarse encajonado en el mueco, faltaba las hora de enfunde y la
hora de desenfunde.
Por
mucho que la funda sea de fibra de vidrio y no pese, yo soy de los que piensa
que el toro se siente tullido. Lleva tu una escayola en el brazo sin
necesitarlo ¿Cómo te sentirías?
Además
el cuerno no se desarrolla ni se endure igual con la prohibitiva funda. Y claro
luego vemos esos pitones abiertos en flor por las plazas cuando se rozan contra
el burladero o contra el peto de picar. Y nos acordamos del barbero. Barbero
hay, está claro, pero la funda está llevando también a sospechar del que no
llama al de la afeitadora.
Hemos
convertido la libertad del toro de lidia en la tranquilidad del ganadero. Y con
esos estamos llevando al protagonista de la fiesta a la más mínima expresión.
El
toro debe dar miedo, en el campo y en la plaza. Las fotos del invierno taurino
con las camadas del año siguiente mutiladas dan verdadero estupor.
Pero
más estupor aún da ver el procedimiento de cómo se quitan esas fundas. Aquí os
dejo una muestra. Ha sido mi Halloween particular, esto da miedo. No a los
fundas.
1 comentario:
¿Por amor al toro?
Lo dudo.
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