En
Albacete se ha indultado hoy un toro, en Arles el pasado fin de semana otro y
hace dos, en Mérida en un festejo televisado por TVE, se propagó la moda. Si,
esta modita de indultar a buenos productos que no a toros encastados.
Lo
vamos a pagar caro, o lo estamos pagando caro. Algunos ganaderos se han subido
a la carroza del triunfalismo y ya no ponen reparos. Antes al ganadero no le dolían
prendas en decir que el toro no le servía y lo mataban. Ahora el campo se está
llenando de sementales que no han pasado por los requisitos mínimos del
indulto. El toro debe ser fuerte, no una mona blanda embestidora, ir más de dos
veces al caballo con alegría, metiendo la cara abajo y empujando en el peto y
desde más allá de la segunda raya. Y luego en la muleta embestir pero no ponérselo
fácil al torero, un toro que no perdone errores, que se quiera comer la muleta
y que haga pensar al espada, ese sería un toro de indulto.
Ninguno
de los indultos relatados al principio, ni el del famoso Cuvillo de Manzanares
en Sevilla cumple con esos requisitos. Pero la cosa viene de largo. Por eso
ahora tenemos una cabaña ganadera en la que es difícil encontrar estos
requisitos. La fuerza está limitada, los toros se caen con tocarlos, la
mansedumbre reina, el enfermepuyazo también.
Los
hijos de estos toros, cómo los de ahora serán igual de mansos, igual de flojos,
igual de endebles y alguno saldrá embestidor cómo su padre. Los demás serán
monas indefensas, cómo ahora, que dan la sensación de lastima, en lugar de
peligro.
No
concibo estos indultos porque yo vi matar a Bastonito en Madrid y a Jarabito en
Sevilla. Toros que fueron cuadruplemente mejores y con cien mil veces más casta
que los de ahora. Y se fueron al desolladero. Ahora eso no vale, eso de que el
toro lo ponga difícil no se lleva. Lástima que antes la moda del indulto no
estuviera porque estos toros le hubieran dado al campo bravo otro concepto. A
lo mejor ahora tendríamos más emoción, a lo mejor ahora alguna figura no lo
sería y a lo mejor lo que se indulta ahora sería tomado como un chiste.
Por Fran Pérez
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